Para entender el cambio climático actual y ponerlo en un contexto global es imprescindible conocer la evolución del clima en el pasado. Las interacciones entre la atmósfera, la hidrosfera y la criosfera operan a escalas temporales mayores que las de las mediciones instrumentales. Gracias al estudio de depósitos glaciales, fluviales y lacustres entre otros, se han reconstruido los principales cambios climáticos en los Pirineos en el pasado.
Durante el Cuaternario (últimos 2,6 millones de años), la sucesión de períodos glaciales e interglaciales han modelado el paisaje de los Pirineos y han determinado la evolución de sus ecosistemas y, recientemente, de las comunidades humanas. Aunque la sucesión de estos períodos fríos y cálidos es sincrónica a escala planetaria, la máxima extensión de los glaciares pirenaicos sucedió hace 60.000 años y no hace 20.000 como en el resto de Europa, con ligeras variaciones entre valles. Esta peculiaridad se debe a la posición meridional de los glaciares pirenaicos y a la interacción entre los procesos atmosféricos y oceánicos del Atlántico Norte y los subtropicales.
Durante la última deglaciación, los cambios en la temperatura media fueron de hasta 6 ºC, con períodos de cambio climático rápido de más de 1 ºC en unas pocas décadas. Durante el Holoceno (últimos 11.700 años) los cambios en temperatura fueron menores, pero se han registrado numerosas fases húmedas/secas. En el último milenio, se produjo una fase particularmente seca y cálida (Anomalía Climática Medieval, 900 -1.300 CE) que se podría considerar considerar como el período con más similitudes al actual en cuanto a cambio climático.
A este período le siguió la Pequeña Edad de Hielo, última fase fría (1.300 - 1.850 CE) antes del calentamiento global en el que vivimos. La variabilidad climática durante los últimos 2.000 años está controlada principalmente por las interacciones entre los procesos atmosféricos (NAO, Oscilación del Atlántico Norte y EA, Atlántico Este, Oscilación del Atlántico Oriental y SCAN, Oscilación de Escandinavia), los cambios en las corrientes oceánicas, la insolación y el vulcanismo. Estas interacciones pueden explicar además los gradientes regionales y temporales de humedad y temperatura.
La tasa de aumento de temperatura durante el calentamiento global del siglo XX es superior a la de las transiciones glacial/interglacial y a los cambios vividos durante el Holoceno. Dicho de otra manera, la Tierra nunca ha experimentado cambios climáticos tan rápidos como los de ahora.
Entre 1949 y 2010 la temperatura media en los Pirineos ha experimentado un claro aumento, aunque el calentamiento no ha sido ni constante ni regular. Hasta 1980 han predominando las anomalías negativas, con una tendencia al descenso de las temperaturas. A partir de los años 80 se invirtió esta tendencia, con anomalías positivas sistemáticamente ascendentes hasta la actualidad. La tendencia del indicador de aumento de temperatura media anual para el conjunto del período analizado es positiva y estadísticamente significativa, siendo su valor del orden de 0.2° C por década (figura 1).
Este aumento de la temperatura durante los últimos 50 años (1949-2010) ha sido general en toda la cordillera pirenaica, con pocas diferencias entre la vertiente norte y la vertiente sur, y más marcado durante la estación estival (junio, julio y agosto).
De toda la serie, el año más cálido fue 1997, con una temperatura media superior en 1.5° C al valor promedio del período 1961-1990, seguido de los años 2003 y 2006. Por el contrario, 1972 fue el más frío, con 0.8° C por debajo de la media de referencia, seguido de los años 1963 y 1980.
Por lo que respecta las precipitaciones, se observa un predominio hacia el descenso de los volúmenes anuales, debido sobre todo al descenso durante invierno y verano. El indicador climático para la precipitación muestra una tendencia a la disminución de las precipitaciones del orden del 2,5% por década en los últimos 50 años (según datos de 1949-2010).
El valor de esta tendencia presenta gran variabilidad de año en año, e incluso entre décadas. En general, durante las últimas décadas han predominado los años secos, con cantidades anuales de precipitación bastante inferiores a la media del período de referencia, pero con intermitencia de algunos años muy lluviosos, con precipitaciones en cambio, por encima de la media del período. En cuanto a las diferencias territoriales, la disminución de la precipitación anual ha sido mayor en la vertiente sur que en la vertiente norte, aunque los contrastes no son importantes. Aunque la tendencia a la disminución de las precipitaciones no presenta un comportamiento estacional claro ni significativo a nivel estadístico, sí que resulta ligeramente más marcada en invierno y verano.
El análisis de la evolución del manto de nieve durante el último medio siglo presenta complicaciones, dado que no existe una serie temporal de datos históricos suficientemente continua y robusta. Esto se debe a que la instalación y mantenimiento instrumental para realizar las mediciones necesarias se complica a medida que se asciende en altura. No obstante, y a partir de las serie de datos provenientes de la red de balizas de la vertiente sur, se ha identificado un descenso estadísticamente significativo del manto de nieve en este sector desde 1950 hasta nuestros días (Figura 3).
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