La agricultura y la ganadería son sectores socioeconómicos clave por su elevado valor estratégico, económico y territorial en ambas vertientes de los Pirineos. Los pastos de montaña son un recurso fundamental para el sector y además generan numerosos servicios ecosistémicos a la sociedad, como los servicios de producción, de mantenimiento de la biodiversidad, recursos paisajísticos, recursos hídricos de calidad y sumideros de carbono. El cambio climático y sus efectos directos en las principales variables climatico-ambientales, podrían desencadenar impactos en la agricultura, pastos y sector ganadero de los Pirineos, de diferente magnitud e incluso diferente signo según las zonas consideradas. Esto impactos muy probablemente actuarán en sinergia con las problemáticas socioeconómicas a las que se enfrenta actualmente el sector, suponiendo un desafío añadido. Aunque existen incertidumbres sobre la magnitud exacta de dichos impactos, es altamente probable que en lo próximos decenios el cambio climático suponga un desafío añadido a los actuales problemas socioeconómicos a los que se enfrenta el sector, como la falta de recambio generacional, la fluctuación de los precios o el abandono de la actividad.
Los pastos de montaña además de ser un recurso fundamental para el sector agropecuario, son agrosistemas con una elevada biodiversidad, valor paisajístico y cultural. La productividad de los pastos pirenaicos está limitada en mayor medida por las bajas temperaturas que por la escasez de agua. Por ello es de esperar que el incremento de las temperaturas medias, junto al efecto fertilizante de la mayor concentración de CO2 atmosférico provoque un incremento de la productividad de los pastos de montaña, siempre y cuando las sequías durante la primavera y el verano no sean excesivamente severas. En cambio, también podría desencadenar cambios en las propiedades y calidad de los pastos, con efectos potenciales negativos para el sector.
Por otro lado, a medida que las temperaturas invernales vayan aumentando, también la capacidad de producir nieve artificial de forma eficiente será cada vez menor. Por último, las olas de calor y las sequías están generando cambios físicos y químicos en los pastos, que a menudo provocan daños en los tejidos celulares, provocando una disminución de la calidad del forraje. A largo plazo, estos cambios podrían incluso alterar el rendimiento y la calidad final de la producción animal y de sus productos derivados como los productos cárnicos o los lácteos.
La modificación de las condiciones climáticas causará muy probablemente el desplazamiento de las áreas potencialmente idóneas para el adecuado crecimiento de algunos cultivos. Si bien para algunas especies cultivadas su área de distribución potencial podría verse reducida, como en el caso del maíz, otros cultivos como la vid o el olivo podrían verse beneficiados.
La capacidad productiva de los cultivos agrícolas y pastos está fuertemente condicionada por dos factores: la temperatura y la cantidad de agua disponible en el suelo. El cambio climático influye directamente en ambas variables, pudiendo generar efectos negativos en la cantidad y calidad de la producción final. Además los eventos climático extremo (olas de calor, sequías y precipitaciones intensas) pueden generar impactos puntuales pero muy significativos en los cultivos. Entre los principales impactos observados y previstos en los Pirineos están por un lado los cambio agrofenológicos (cambios en el calendario del ciclo anual de los principales cultivos), y los cambios en la productividad y calidad de los cultivos debidos a la alteración del ciclo vegetativo y a la mayor frecuencia e intensidad de eventos climáticos extremos.
Se ha estimado que la floración del trigo se ha anticipado un promedio de de 0,35 ± 0,15 días por año entre 1985 y 2014 en los Pirineos. Igual que la floración, también la fecha de maduración y por lo tanto el momento de la recolección se ha anticipado considerablemente en los últimos treinta años. Este anticipo supone una aceleración considerable del ciclo vegetativo, que generalmente implica efectos negativos en la producción.
En el caso del sector vitícola, el avance de la floración y recolección podría desembocar en disminuciones significativas de la producción en algunas áreas. La fecha de floración y recolección de la uva podría adelantarse hasta 40 días en el 2040-2070 respecto al período 1980-2005. También la mayor frecuencia e intensidad de olas de calor y lluvias torrenciales podrían afectar negativamente a la producción de fruta como la uva, ya que el fruto absorbe y pierde mucha agua en poco tiempo causando la rotura de la piel del fruto por efecto de la hidratación y desecación continuada. Aunque a rangos moderados de aumento de las temperaturas la productividad de la vid podría aumentar, también podría alterar la calidad de la cosecha y las propiedades del producto final (mayor grado alcohólico del vino). Es probable que a medida que se intensifiquen los efectos del cambio climático, el sector deba modificar progresivamente sus técnicas de producción e incluso cambiar las variedades cultivadas por otras más adaptadas a las nuevas condiciones agro-climáticas, planteando potenciales problemas para la producción con denominación de origen ligada a lugares y variedades específica de los Pirineos.
Otro aspecto fundamental para el adecuado crecimiento de los cultivos es la relación entre disponibilidad y demanda de agua. La variabilidad creciente en el régimen de las precipitaciones y la mayor frecuencia e intensidad de las sequías, están provocando desequilibrios entre la creciente demanda hídrica de los cultivos y la cada vez menor disponibilidad de agua en el suelo, generando lo que se define en términos agronómicos como situaciones de déficit hídrico de los cultivos.
También la producción ganadera se ve afectada por el cambio climático, tanto de manera directa como indirecta. Por un lado, los cambios en la temperatura y la humedad tienen una influencia directa en el estado de salud y rendimiento animal. Por otro lado, las altas temperaturas y extremos climáticos pueden afectar indirectamente a la producción animal, a través de la menor disponibilidad y calidad de los pastos. Además, las nuevas condiciones climáticas podrían favorecer una mayor difusión y prevalencia de enfermedades del ganado incluidas las transmitidas por vectores.
Es altamente probable que el incremento progresivo de las temperaturas previsto para los próximas décadas provoque la expansión de la temporada de crecimiento de muchos cultivos, especialmente en los valles de media montaña. Además, la mayor concentración de CO2 atmosférico podría tener un efecto fertilizante en los cultivos, mayor o menor según el tipo de cultivo y la evolución del resto de factores limitantes como el agua o algunos nutrientes.
La duración de la estación libre de heladas se considera el período más favorable para el crecimiento de la mayor parte de plantas, y de su calendario dependen los momentos clave en el ciclo vital de los distintos cultivos como la floración o el período de llenado del fruto. Se ha estimado que en los Pirineos el número de días con heladas ha disminuido alrededor de -0,4 ± 0,2 días por década durante el periodo comprendido entre 1985 y 2014. En las zonas de cultivo del macizo, donde las bajas temperaturas y las oscilaciones térmicas son el mayor factor limitante, el incremento de las temperaturas mínimas durante la estación invernal podría suponer un incremento de la producción de los cultivos más sensibles al frío. Sin embargo, para algunos cultivos los daños podrían ser incluso mayores, ya que las altas temperaturas mínimas podrían bloquear el desarrollo de los mecanismos de protección natural de las plantas contra el frío. Desprovistas de estas herramientas naturales, las heladas tardías puntuales, cada vez más frecuentes, podrían generar pérdidas importantes, especialmente en aquellos cultivos que se hubiesen desarrollado prematuramente.
Por otro lado, cuanto mayor es la concentración de CO2, más alta es la tasa fotosintética, y mayor la capacidad de la planta para crecer y fijar carbono atmosférico.
No obstante, no todos los cultivos reaccionarían de la misma manera, variando su comportamiento en función del tipo de metabolismo. Los cultivos con metabolismo tipo C3 (grano, arroz, alfalfa, soja y la mayor parte de las plantas de fruto), responden mejor al aumento de la concentración de CO2 que las plantas con metabolismo tipo C4 (maíz, mijo, sorgo etc.) puesto que estas últimas ya cuentan con un proceso fotosintético muy eficiente, y por lo tanto responden de manera menos notable. Sin embargo, es preciso subrayar que este efecto fertilizante se verá fuertemente limitado y condicionado, por la menor disponibilidad hídrica, la menor presencia y disponibilidad de carbono orgánico en el suelo, la mayor frecuencia e intensidad de eventos climáticos extremos y la mayor difusión de parásitos y otros organismos nocivos. Todos factores influidos por el cambio climático.
Las interacciones entre las plantas y sus enemigos naturales está condicionada por las condiciones climáticas y ambientales. La eventual modificación de las áreas de distribución de algunos cultivos, en sinergia con el cambio previsto en las condiciones de humedad del suelo y de las temperaturas medias, podrían propiciar una variación en los patrones de distribución y difusión de plagas y enfermedades actuales en los principales cultivos de los Pirineos, así como un mayor riesgo de expansión de plagas y enfermedades emergentes.
Los mecanismos principales a través de los cuales el cambio climático influye en la difusión y aparición de nuevas plagas son principalmente tres. Por un lado, las nuevas condiciones climático-ambientales podrían facilitar el desarrollo de algunos organismos nocivos durante ciertos períodos del año en los que anteriormente su desarrollo se veía limitado por las bajas temperaturas. Las altas temperaturas mínimas provocarían que algunas plagas completen un mayor número de ciclos reproductivos, aumentando su impacto en los cultivos. En segundo lugar, las nuevas condiciones climáticas podrían crear zonas climáticamente idóneas par la expansión de nuevas plagas o enfermedades introducidas accidentalmente desde zonas más cálidas, y que podrían extenderse rápidamente por falta de competencia y predadores naturales. Por último, la mayor frecuencia e intensidad de estados de estrés provocados por los eventos climáticos extremos, podría incrementar la sensibilidad de los cultivos al ataque estos organismos.
La productividad de los sistemas agrícolas es críticamente dependiente de diversos factores, incluyendo las condiciones climáticas. En general, los efectos del cambio climático en la productividad agrícola se puede resumir como el resultado de las interacciones entre el aumento de la concentración de CO2 atmosférico, la variación en la longitud de la estación de crecimiento, los cambios en la disponibilidad de recursos hídricos, y la propagación o la proliferación de plagas y enfermedades. Si bien las estrategias de adaptación a corto plazo podrán basarse en el empleo de prácticas agrícolas relativamente sencillas relacionadas con cambios en las fechas de siembra o en las variedades cultivadas, a largo plazo esto podría no ser suficiente.
Entre los principales desafíos a los que debe y deberá hacer frente el agropastoralismo pirenaico en los próximos decenios, desde el OPCC destacamos:
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